VISITAR LA BIBLIOTECA DE BABILONIA

Una entrevista a Óscar Santillán

Por Marcela Riomalo
Imágenes Cortesía Espacio Odeón

A dos días de la inauguración de su muestra en Espacio Odeón, Óscar Santillán está exhausto. Apenas una de las más de veinte obras que comprenderán la exposición está montada y algunas de las esculturas aún faltan por llegar. Ayudantes, curadores y amigos artistas corren de un lado a otro, martillan una pared, pegan alguna ficha técnica. The Smiths suenan desde un iPod.

“Perdona la locura”, dice Santillán, quien trae el pelo revuelto y restos de pintura blanca en las manos y en las gafas. Con apenas 32 años de edad, este ecuatoriano tiene un recorrido artístico envidiable. Su obra comprende video, fotografía, dibujo, pintura, escultura y performance y es tan prolífica en sus formatos como en sus temáticas. Lucerna, la exposición que estará hasta el 7 de julio en Odeón, da cuenta de ello: incluidas en la muestra están piezas como Color Semen, una serie de fotografías que documentan el resultado de siete masturbaciones luego de que el artista se inyectara pigmentos vegetales en sus glándulas seminales; Daybreak, una instalación hecha con pintura removida de las paredes de la galería, y The Perpetual Blink, una  proyección de video diminuta que recoge 951 pestañeos de James Dean.

Santillán cuenta con un MFA de la Virginia Commonwealth University, el programa más prestigioso de escultura contemporánea en Estados Unidos, y es profesor de University of the Arts. Su obra ha sido expuesta ampliamente en Estados Unidos y en Ecuador y ha hecho parte de importantes eventos y galerías en Madrid, Sao Paulo, Londres y México, entre otros. Su currículum definitivamente va en ascenso. Sin embargo, sentado en las oficinas de la galería, entre cajas de materiales de exposiciones pasadas, Santillán dice que no se siente cerca de una situación de éxito y asegura que el reconocimiento que tiene se lo debe no tanto a su talento, sino a su buena suerte.

Con el ruido de la Avenida Jiménez de fondo y a pesar de las largas horas de montaje que aún tiene por delante, Santillán decidió pasar unas horas en compañía de EXCLAMA. Aquí, los apuntes del encuentro.

EXCLAMA: Háblanos de Lucerna, la muestra que se estará presentando aquí, en Odeón.
Santillán:
La muestra comprime parte de mi trabajo de los últimos tres años. El espacio de Odeón es fabuloso. Algunas piezas como Daybreak aprovechan el espacio. Entre las cosas que te revela esa obra están esas capas de pintura, de cemento, de concreto que han hecho parte de la historia del lugar. Hay un gran número de piezas que no necesariamente tienen esa intimidad con el espacio pero aún en esos casos, de manera inesperada, el espacio ha aparecido para permitir un diálogo más interesante entre las obras. Encontrarás que mi trabajo tiene mucho de trágico y de cómico. Creo que en eso se parecen mucho Odeón y mi trabajo. De alguna manera son entes paralelos que se han encontrado.

EXCLAMA: Muchas de tus piezas tienen que ver con el tema de la historia y la memoria. Más concretamente, tienen que ver con cómo eliminar la historia y la memoria. ¿De dónde te viene ese interés?
Santillán:
Aquellos trabajos que lidian con la memoria tienen que ver es más bien con el olvido. Con el olvido en su acepción positiva. Mira Dead Star, por ejemplo. Es una obra en la que toda la tinta de un ejemplar del libro Utopía de Tomás Moro ha sido extraída por medio de un proceso químico y ha sido reutilizada para crear la estrella miniatura que se exhibe junto al libro. Un libro es la memoria de las ideas que un autor o una sociedad ha tenido en un momento dado y en esta obra esa memoria está completamente borrada. Además, de manera alquímica, la tinta (el material) se convierte en un nuevo ente, en un nuevo ser. Yo no quiero entender los materiales. No me interesa deconstruir el contenido de los materiales. Me interesa extraerlos y darles una nueva vida que no tenga nada que ver con la anterior.

EXCLAMA: ¿Y no estás, con eso, iniciando una nueva historia? Tendrías que hacer lo que haces infinitamente hasta el final de los tiempos para borrar definitivamente su memoria…
Santillán:
(Risas) Me haces pensar en “La Biblioteca de Babilonia” de Borges. Ese cuento se basa en la idea de que los seres humanos estamos atrapados en un mismo conocimiento que de manera misteriosa nos sobrepasa y no podemos llegar a conocer. Siempre hay una distancia épica entre el potencial que tiene un individuo y el universo. El cuento es un recordatorio de que aun si pudiéramos compilar todo el universo como conocimiento, no nos ayudaría de nada. Es muy trágico, pero por otro lado muy lindo saber que vivimos en unas circunstancias que nunca se van a agotar. Somos nosotros los que nos vamos agotando. Las circunstancias son siempre infinitas. Sin embargo, en el cuento hay personas que se dedican a seguir visitando la biblioteca, aun sabiendo que nunca van a poder encontrar ese libro que están buscando: el libro sobre ellos mismos.

EXCLAMA: Haznos un recorrido hablado por tu proceso creativo.
Santillán:
Yo no trabajo con un plano inicial, sino con motivaciones iniciales y el inicio de mis trabajos es muy sencillo, en realidad. Es a medida que se van realizando que se van convirtiendo en constelaciones más complejas. No trabajo como un arquitecto: pensar-planear-ejecutar. La distancia entre la idea inicial y la obra final es muy corta en esos casos y es aburrido trabajar así. Lo que hago es anotar muchas observaciones en una grabadora de voz que tengo siempre conmigo y materializo algunas. En ese proceso van apareciendo nuevas preguntas. Trato de escuchar y ver el proceso de la obra en la que estoy trabajando, porque la obra en sí te plantea preguntas y no hay que buscar que la obra se comporte como uno quiere. Elizabeth King, una de las mejores profesoras que tuve en mi maestría en Estados Unidos, vino a mi taller un día y después de hablarle mucho acerca de la obra en la que estaba trabajando, me dijo: “Óscar, cállate. Tienes que permitir que la obra sea más inteligente que tú”. Con el tiempo entendí que en vez de forzar a la obra a que sea lo que yo quiero, debo estar siempre abierto a los cambios y a las preguntas que la obra me vaya planteando. Tengo muy poco control sobre el producto final. Seguramente hay artistas mucho más inteligentes que yo, que pueden hacer importantes. A mí no me gusta hablar sobre cosas importantes. Incluso cuando parece que mi trabajo habla de ellas, te das cuenta de que no. Con el libro de Tomás Moro, por ejemplo, la gente podría creer que es una obra para entender el texto, el producto cultural. En realidad no es eso. Lo que me interesa es tomar algo existente, borrar su memoria y hacer algo completamente nuevo. La complejidad de mis obras está en el proceso, no necesariamente en el discurso académico.

EXCLAMA: ¿Cómo te diferencia eso de los artistas contemporáneos que son más conceptuales?
Santillán:
Quizá no puedo generalizar sobre el arte contemporáneo porque hay diferentes prácticas. Lo que me interesa es que la obra tenga un ánimo. No un significado. Busco “no sé qué”. Ese “no sé qué” podría ser eso que es tan específico de las imágenes que está por fuera del lenguaje verbal. En tiempos posmodernos nos habíamos dedicado a revisar la historia. Pero lo que sucedió es que entendimos mejor el pasado pero no teníamos la más mínima idea sobre el futuro. Y las preguntas que vamos a tener como individuos y sociedad para el futuro son preguntas inesperadas porque el futuro no es la consecuencia lógica del pasado. Está lleno de brechas, de vacíos inesperados. Mis obras son especulaciones sobre qué podría ser ese presente o ese futuro. Incluso dándole la espalda a la historia. Nombrándola, pero solamente para ignorarla.

EXCLAMA: ¿Cómo descubriste que lo que querías hacer era arte?
Santillán:
Cuando terminé el colegio no había facultad de arte en Guayaquil y me tocó estudiar diseño gráfico. Así que empecé a hacer arte de manera muy autodidacta y simultáneamente empecé a escribir. Yo quería ser escritor pero la verdad es que no me salía nada bueno. Llegó un punto en que me di cuenta de que servía para el arte pero no para la escritura. Las vocaciones no sólo tienen que ver con el talento que uno tiene sino con la conciencia que uno tiene de aquello para lo que no sirve.

EXCLAMA: ¿Y no incluyes palabras o textos en tu obra?
Santillán:
No, pero hay un elemento narrativo en mi trabajo. Hay muchas piezas que tienen un proceso muy complejo pero yo me rehúso a mostrar documentación del proceso. Tú solamente sabes cómo se hizo por la ficha técnica. Eso genera un elemento narrativamente justamente porque mucho se queda oculto. Entones la gente tiene que especular con el proceso. Este tipo de narración es algo que viene de muy atrás. En 2002 hice mi primera muestra individual en una galería ecuatoriana. Cuando estaba pensando en qué hacer, se me ocurrió que mi primera exposición individual debía ser una muestra a la que no fuera nadie. Entonces invité a la gente con sus perros. Lo que la gente no sabía era que sólo los perros iban a poder entrar.

EXCLAMA: ¿Y qué había adentro?
Santillán:
No hay documentación de lo que había adentro pero evidentemente había algo porque los perros se quedaban mirando algo y después de un rato salían. Claro que la información de qué había adentro existe, lo único es que está dentro del cerebro de los animales (risas). ¡Habría que buscar un médium para animales para averiguarlo!

EXCLAMA: Tú eres ecuatoriano de pura cepa. ¿Sientes que eso se manifiesta en tu obra de alguna manera?
Santillán:
Yo sólo me acuerdo de que soy ecuatoriano cuando voy a pedir una visa. No entiendo qué puede ser un compromiso con la patria o con la sociedad. Yo no represento a nadie; eso se lo dejo a los políticos. Siento que los únicos compromisos que tengo son con la gente inmediata a mí. Con los artistas latinoamericanos ha pasado algo históricamente y es que, como han nacido en medios tan complejos, con situaciones sociales terribles, sienten la necesidad de responder a ese contexto de manera inmediata. Yo creo que en muchas ocasiones eso es una trampa. La trampa de la realidad.

EXCLAMA: Pero, hasta donde sé, tienes una historia política importante. Incluso dices en tu Artist Statement que fue luego de renunciar a tu ideología que te introdujiste en el tipo de pensamiento que alienta tu obra.
Santillán:
Las preocupaciones sociales que tuve en el pasado fueron netamente retóricas. Yo era tremendamente comprometido políticamente, era de un partido de izquierda en Ecuador hasta que me di cuenta de que mis intereses son en letras minúsculas. Me rehúso a hablar de Política con P mayúscula o de problemas sociales con mayúsculas porque no creo que tenga ninguna respuesta y creo que las preguntas que me planteo al respecto son bastante ingenuas. No creo que soy parte de ninguna solución. Entendí cuáles son los límites dentro de los cuales puedo actuar. Ojalá esto que hago de alguna manera extraña ayude a modificar la realidad. Espero que las preguntas que te puedas plantear como espectador puedan abrir una pequeña puerta al cambio, porque creo que si un día llega a haber una gran transformación va a ser la suma de transformaciones mínimas. Por eso no creo en las ideologías. Creo más en lo que puede pasar aquí, en un pequeño espacio como Odeón.

Espacio Odeón
Dirección: Carrera 5 #12 C-73 Bogotá, Colombia.
Horario: Martes a Viernes de 10:00am – 5:00pm y Sábados de 11:00am – 2:00pm.
Teléfono: [+571] 743 7064
E-mail: info@espacioodeon.com