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LAS MEDIAS ROJAS DE ANDRÉS BURGOS

Impresiones de un encuentro con el escritor y director de Sofía y el terco

Andrés Burgos es un escritor sentimental. Ya sea que esté escribiendo una novela, un guión para cine o un libreto para televisión, lo importante para él es que el resultado sea capaz de tocarle las fibras, como mínimo, a una o dos personas en la audiencia. EXCLAMA golpeó a la puerta de su apartamento en Chapinero y del otro lado respondió el hombre afable, de sonrisa amplia y de mente exquisita que le dio vida a la entrañable y por estos días comentadísima película Sofía y el terco.

El film está protagonizado por dos grandes del cine: Carmen Maura, la actriz española que ha aparecido en muchas de las películas de Almodóvar, y Gustavo Angarita, un patriarca del cine y el teatro en Colombia. Ellos encarnan los dos extremos de la historia de una pareja de edad cuya vida se desenvuelve entre la monotonía y el encanto del día a día; entre la realidad y el bellísimo mundo onírico de Sofía, quien sueña con conocer el mar.


Cortesía Seis Grados Comunicaciones

Es un relato que no habla del enamoramiento, sino del amor que se construye y germina en medio de la complejidad de las relaciones humanas y la rutina. Aunque Burgos inicialmente quería escribir la historia de un viaje a la costa (de hecho el libro iba a llamarse Sofía y el mar), el texto fue cobrando vida propia y terminó siendo más acerca de la relación entre los esposos que acerca de la relación entre la mujer y su encuentro con el océano.

Con esta historia sencilla, íntima y casi minimalista, Burgos quiso ampliar el espectro temático del cine colombiano, el cual se limitó durante muchas décadas a hablar de violencia y narcotráfico. “Quiero cambiar la idea de que sólo hay un tipo de películas que se pueden producir en Colombia. El cine no puede ser un replicante de la polarización, ese mal que tanto aqueja a los colombianos”, advierte el director mientras le da un último sorbo a su café. “Creo que lo que hace Sofía y el terco es ampliar el paisaje. Simplemente pone sobre el papel y sobre la realidad otro tipo de narraciones”.


Cortesía Seis Grados Comunicaciones

Uno se da cuenta de que en Sofía y el terco todo está hecho con el corazón y las vísceras. Y es que, según Burgos, no podía haber sido de otra manera: “Cuando empecé a ver que hacer la película iba a ser una realidad, me dije que no quería sufrir mucho. Que sí quería hacerla, pero que no quería involucrar mucho el corazón. Qué mentira. Apenas arrancamos a rodar, Matilde (mi mamá), se enfermó muy gravemente y a medida que la película crecía y avanzaba, mi vida personal parecía irse hacia abajo. Era como si el cine me estuviera diciendo ‘vea, si usted quiere hacer una película, le va a tener que doler’”.


Cortesía Seis Grados Comunicaciones

El recuerdo de los viajes en Jeep desde su natal Medellín hasta Coveñas, el apoyo de su familia y amigos, la experiencia -siempre fantástica, siempre dolorosa- de hacer cine con el corazón y el trabajo de un equipo de prodigios que le metieron el hombro a este proyecto cinematográfico se sienten en cada cuadro de Sofía y el terco. Hay también cosas que no son tan evidentes, pero que Burgos nos cuenta sentado en el sofá de su casa y que cobran sentido de una manera u otra dentro del universo de la película. Nos habla, por ejemplo, de sus caminatas eternas por Chapinero, de cómo tiene que empezar a trabajar antes de las diez de la mañana para no sentir que se le fue el día sin hacer nada y del porqué de sus medias de colores: “Mis amigos dicen que todo escritor debe tener alguna excentricidad. Como no se me ocurre cuál puede ser la mía, yo voy a empezar a decir que son las medias. Alguien me tiene que creer”, sonríe y se quita los tennis antes de posar para el retrato. Unos calcetines rojos con rayas grises se revelan. “Ahora sí”, dice, “la foto ya está completa”.