LA BOMBA DE TIEMPO

Escrito Por: Lucrecia Apaolaza

 

Una explosión de sonidos en pleno Buenos Aires

Argentina siempre nos ofrece una dosis de expresión cultural. Todos los lunes, un espectáculo de sonido y movimiento se ha convertido en una excusa de encuentro social que cada vez forma más parte de los argentinos.

¿El lugar? una vieja fábrica de la década de los 20,  rediseñada como centro cultural con el fin de difundir y enriquecer la expresión artística de la comunidad.

Buenos Aires – El Abasto. Lunes, Ciudad Cultural Konex.

Se empieza a escuchar un aplauso en masa que se funde con los primeros golpes sobre los parches de un tambor, aparecen los músicos y comienza «La  Bomba de Tiempo», sin duda la expresión actual más popular de esta ciudad cultural.

Es una cita obligada; un encuentro social donde se comparte, se baila, se celebra, y se disfruta una de las mejores formas de arrancar la semana porteña.

17 percusionistas de primer nivel están a la espera de una señal por parte del director para dar comienzo a la música.
La Bomba de Tiempo es un grupo de percusión que funciona con un sistema de aproximadamente 70 señas que comunican un compás, figuras, ritmos, repeticiones, e infinidad de conceptos musicales.
La seña viaja a través de cada músico y es interpretada por un tambor, y un quinto o djembe entre otros instrumentos que vemos en escena, y que envuelven el espacio con música.

El proyecto fue gestado por Santiago Vázquez y ejecutado por sorprendentes percusionistas.
Muy fácilmente se percibe la identidad grupal, que los hace trabajar al unísono, pero a la vez, cada uno se convierte en solista de su instrumento y de su interpretación.
Los roles cambian… El solista es ahora el director de la nueva improvisación y la dinámica continúa… El factor sorpresa es permanente.

Al igual que su música, el grupo también está en constante cambio; siempre pueden aparecer señas inesperadas que trasmitan nuevas composiciones musicales. Estas señas se articulan formando frases y se vuelven un lenguaje social, compartido y vivenciado por todos los espectadores.
Cada show es único e irrepetible. Las variables que permiten esto son el público, el clima, el director, etc. Basta que uno de estos aspectos varíe para que nos encontremos con una nueva experiencia musical.

Los músicos inducen al publico a seguirlos con el cuerpo y la voz. Cada espectador es dueño de su propia interpretación. Hay que dejarse llevar y disfrutar de esta experiencia explosiva.
Las personas expectantes redireccionan las intervenciones del director, quien improvisa a   partir de la respuesta, y así, el espectáculo se convierte en una dirección recíproca que se retroalimenta continuamente.
Las señas durante toda la presentación son la bajada conceptual e inspiracional para los músicos. Cada uno de ellos le agrega la sutileza de ensoñación, para que nos perdamos en el tiempo, para que nos aislemos completamente lo que se vive los lunes en esta ciudad porteña.