DISCO DEL MES: MIRACLE MILE, DE STRFKR

La aleatoriedad marca el tempo de Miracle Mile, la entrega más reciente de STRFKR.

exclama 3Corresponsal EXCLAMAJuan David Montes entusiasta de la tipografía, usa las letras para escribir –como lo ha hecho para EXCLAMA, Shock y Bacánika–; pero también las ha diagramado en la editorial de la Javeriana; y hasta las ha vendido, cuando ha sido librero para los sellos infantiles de Alfaguara. Divide su tiempo entre procesadores de texto y programas de diseño, siempre con una lista de reproducción de fondo, como las que recomienda cada semana en el podcast Sinestesia. Sígalo en twitter como @_Helvetica_Bold

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En un verso que se repite cinco veces en “Fortune Fool’s” –el séptimo track del álbum–: “I’d walk a miracle mile”, está el porqué del título del cuarto trabajo discográfico de STRFKR, Miracle Mile. Un recorrido de 15 tracks ausentes de un común denominador diferente a la voz de Joshua Hodges y reunidos en el mismo disco casi por azar.

Suele ocurrir que cuando un concepto transversal permea todos los componentes de un álbum este es reconocido como un trabajo bien logrado; pues bien, en Miracle Mile ese concepto parece estar ausente a propósito. No se trata de un álbum donde se acomodó a la fuerza un montón de tracks solo para completar un número decente de canciones que justificaran algo más que un EP; no, la divergencia presente en Miracle Mile es, precisamente, el concepto del álbum. El sintetizador marca picos en el espectro sonoro del disco con la fuerza contundente de cada beat en “Leave It All Behind” y “I Don’t Wanna to See” pero también desciende hasta atmósferas menos nocturnas y más etéreas que dilatan la duración de “Nite Rite” hasta siete minutos en un quebranto al estatuto pop de no más de cuatro minutos. Y si la cuestión es de minutos, “Isea” no llega a completar uno solo, y no es el intro ni el outro, es un corte más, el quinto y tiene el eco sueco de The Embassy y The Tough Alliance.

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También hay lugar para acordes que hacen pensar en cierto fetichismo oriental, por el sitar en “Kahlil Gibran” y un compás similar en “Fortune Fool’s”, ambos tracks tienen un tono pretencioso que contrasta con la candidez del indie pop edulcorado típico de STRFKR, aún presente en “While I’m Alive” y “Malmö”, en este último está la huella de los silbidos de “Young Folks” (de Peter, Bjorn & John) y “Pumped Up Kicks” (de Foster the People), como si se tratara de una etiqueta registrada por el indie y que STRFKR adopta con gusto.

Miracle Mile demuestra la habilidad de STRFKR para transitar un camino trazado a su antojo, en el que se evaden los límites propios de una estructura planeada con resultados que van de la pura experimentación en tracks como “Yayaya” y “Beach Monster”, donde la interpretación musical no parece responder a una motivación diferente a un infantil “porque sí”; hasta composiciones que se adaptan a parámetros más convencionales al estilo de Phoenix y The Strokes, como “Atlantis” y “Last Words”.


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