UN NO SOMMELIER VISITA MENDOZA

Crónica atípica de la transitada ruta del vino.

Texto y fotos por Paulo González

Uno aterriza en Mendoza por muchas razones. Algunos aprovechan el verano para conquistar el Aconcagua (o para morir en el intento), otros llegan en busca de algunos de los mejores vinos del mundo y algunos más vienen a practicar deportes extremos. Me topé, incluso, con una pareja de bogotanos que, huyéndole a la lluvia capitalina, llegaron a Mendoza porque escucharon que aquí nunca llueve. La verdad es que aquí sólo caen 200 milímetros de lluvia al año (lo equivalente a unas horas de lluvia en Bogotá).

Yo vine buscando algo de tranquilidad y, debo reconocerlo, también porque lo del vino me llamó la atención. No soy un conocedor del tema, no hago destapar un vino para darle un sorbo antes de decidir quedarme o no con la botella, pero me parece simple y delicioso. Así que ya estando aquí, me propuse degustar por encima de estudiar, al tiempo que conocía un poco más de esta ciudad construida en el piedemonte de la Cordillera de los Andes.

Las dos cosas que más se producen en Mendoza son aceitunas y uvas, así que usted, a pocos kilómetros del casco urbano (por la ruta 40, la más extensa de toda la Argentina), encuentra hectáreas y hectáreas de cultivos adornados por la inmensidad de montañas embadurnadas de nieve. Estas son algunas de las razones por las cuales los vuelos comerciales que regresan de Mendoza van llenos de botellas tanto de vino como de aceite de oliva y de cámaras de fotos con sus memorias llenas.

En Mendoza la gente es amigable, el clima es agradable, las calles son limpias y tranquilas para caminar, hay árboles por toda la ciudad adornando las aceras y toneles de Roble adornando las bodegas de cientos de viñedos, además de una cordillera de los Andes que cuando te le vas acercando, te recuerda lo pequeño que eres.

Aunque Malbec significa «mal sabor en la boca», irónicamente esta cepa genera hoy por hoy uno de los vinos más apetecidos y exportados alrededor del mundo y es el vino tradicional de Mendoza. La fiesta de la Vendimia es un evento anual que se hace en honor al vino en el Teatro Griego Fran Romero Day, ubicado en el Parque San Martín de Mendoza. Además de hacerle fiesta, los productores de vino cuidan mucho sus cultivos y no es extraño encontrar viñedos enteros arropados bajo redes anti–granizo, porque en Mendoza cuando cae granizo suelen caer trozos de hielo de hasta 300 gramos de peso que dañan las cosechas, los carros, los techos y algunas cabezas desprevenidas (eso nunca se lo dijeron a mis amigos bogotanos).

De aquí uno no sale siendo un experto en vino pero sí sale sabiendo que si quiere obtener sus mejores cualidades en el paladar, debe mantener la botella de vino tinto fuera de la nevera, abrirla siquiera 20 minutos antes de empezar a servirla y por último, nunca olvidar brindar antes de llevarse la copa a la boca.

Estoy en el aeropuerto esperando mi avión de regreso a Buenos Aires. Tengo mi copa de vino, la acerco a mi nariz y boca. Tiene un aroma maderoso. Tomo un sorbo y lo retengo unos segundos para que abrace mi paladar y mi lengua. Siento sutiles sabores a pimientos dulces y pimienta negra y, al final, cuando pasa por mi garganta, le siento un dejo a melancolía.!