LA NUEVA VIEJA LIBRERÍA

Librerías ayer, hoy y mañana

Escrito por Camilo Jiménez


La Madriguera del Conejo

Adelantar lo que va a pasar con libros, editoriales y librerías es hacer futurología. Es decir, especular. Es decir, hablar paja. Lo que sí puede hacerse con mayor seguridad y sin temor a quedar en ridículo es contemplar lo que está pasando ahora. Mirar alrededor desde un punto de este oscuro bosque y decir allá hay un río, esta es una torcaza. Teniendo en cuenta, por supuesto, que no se otea desde la cima o desde un claro, sino que se mira desde la espesura. Empecemos hacia el lado de las librerías.

Cierra Borders en todo Estados Unidos. En Londres, The Travel Bookshop empata en tiempo de reposición y continúa en la lucha. Tiemblan los libreros españoles porque entra Amazon al mercado en castellano. En Brooklyn, Greenlight presenta un balance más que prometedor después de su primer año. La Central sigue firme en Madrid y Barcelona. Aquí se abre La Madriguera del Conejo. Dos se van, tres llegan, como al hotel de Pelotillehue.

El ensanche no se está llevando a las grandes o a las chicas. Unas sobreviven y otras no, sin reparar en el tamaño, y no hay fórmula de salvación porque ninguna librería es igual a otra. Las hay inmensas que funcionan como independientes –entre éstas la maravillosa librería del Fondo de Cultura Económica—. Las hay nutridísimas y al tiempo remolonas, como la Lerner. En la prestante Librería Continental de Medellín, paz en su tumba –de la librería–, que formó a generaciones de lectores y era una marca urbana imponente, pregunté hace muchos años por Mímesis, de Eric Auerbach, y un zascandil me dijo que no «manejaban» libros de biología. Las hay que son meros depósitos de novedades, administrados por muchachos que no saben nada de nada, como cualquier sucursal de Panamericana.

Comprar libros es una experiencia única. Lo sabemos bien: entramos a la librería por un título específico y terminamos llevándonos tres que no se parecen al que buscábamos. Paseamos entre volúmenes «de sabiduría ya olvidada» y nada más. A veces queremos conversar y a veces no. La experiencia de visitar una librería la pintó como nadie lo había hecho Antonio Ramírez, de La Central de Barcelona, durante el Segundo Congreso Iberoamericano de Libreros, celebrado en Bogotá en 2009: “Mientras recorre las mesas y estanterías de la librería, el lector compara nombres y títulos, contrasta opiniones propias con otras escuchadas aquí y allí, hace apuestas y formula hipótesis, evoca lecturas previas, palpa texturas y formatos, asocia marcas, símbolos y colores; sobretodo [sic], descarta, rechaza, olvida hasta que, al fin, elige. Ejercicio complejo, nada banal, en el que los lectores ponen en juego su memoria, evocando y reconstruyendo cada vez el mapa de lecturas pasadas”.

En un país donde la crítica alcanza la amplitud y trascendencia de un espárrago el librero va asumiendo algunas de las funciones del crítico. Orienta, recomienda, señala. Conecta títulos, autores, tradiciones. En el mismo congreso mencionado arriba, Adriana Laganis, de ArteLetra en Bogotá, lo señaló con precisión: “El librero es quien tiene la tarea de seleccionar y recolectar un número limitado de éstos para ofrecer a sus clientes lo mejor. En otras palabras, quien reduce el universo del libro para hacerlo asequible, aprehensible para los lectores”. Así, en este ecosistema en permanente reorganización, los buenos libreros van creciendo en tamaño e importancia: la propia Laganis; Ana María Aragón, de Casa Tomada; David Roa, de La Madriguera del Conejo; Mauricio Lleras, de Prólogo. Felipe Ossa, de la Librería Nacional, es un librero, pero su imperio es tan grande que todas las luces del guía apenas alcanzan a llegar hasta sus locales. Veremos cómo le va a la librería del Fondo de Cultura Económica sin la orientación de esa gran librera que es Andrea López, quien se retiró hace poco.

La librería que se instala en su entorno geográfico inmediato crece igualmente en importancia, y es posible que sobreviva. Hablo de esa librería que se convierte en parte de la oferta cultural de la ciudad, la que es más que un sitio donde se compran libros y se toma café. José Antonio Vásquez lo dice en un ensayo publicado en la revista Trama & Texturas (número 14, monográfico sobre librerías e imprescindible para quien quiera saber qué está pasando): “Cuando más de un tercio de las ventas de libros sean en formato digital, apenas van a existir las librerías de siempre, salvo las que subsistan como lugar de encuentro o espacio de caprichos impresos”. Algunas están asumiendo ese papel. La del Fondo de Cultura Económica tiene una oferta de eventos cada vez más variada y trascendente (quizá la más dinámica de la ciudad). Durante meses Biblos organizó cada semana el plan «librero por una tarde», con lectores de todo tipo, de todas las especialidades y niveles de agudeza –hasta Vladdo ha sido librero por una tarde–, y se prepara para abrir una sede suntuosa, con restaurante y auditorio. Contrató a un librero de lujo, Rafael Nieto. Casa Tomada programa al menos dos eventos a la semana donde autores –preferentemente colombianos– se encuentran con sus lectores. Tiene también un club de lectura y desde hace poco está programando películas. En Prólogo se organizan cada tanto conversaciones o firmas de libros. La Madriguera del Conejo tiene también actividad permanente: conversaciones, firmas, invitados especiales que pasan por la ciudad. Todas ofrecen libros selectos; todas ellas ofrecen buen café, pero no sólo.

Bastantes librerías de viejo se mueven como muchachas. Trilce tiene su propia editorial con títulos notables, y cada semana se reúnen en el local unos cuantos entusiastas a conversar sobre libros, sobre lecturas, sobre ediciones. San Librario también tiene su sello –volúmenes breves, alargados, hermosos–, que va por los 51 títulos publicados. ¡51! Sus libreros siempre están listos para esa tertulia espontánea que se va armando al vaivén de los visitantes, que unas veces se anima y otras languidece, como todas las conversaciones entre amigos. Palinuro ha organizado concursos de fotografía y de cuento, y es un lugar siempre cómodo para pasar las a veces calurosas tardes de Medellín alrededor de los libros y la conversación cálida.
Los asistentes no necesariamente compran libros, incluso ni el que se está promocionando en el evento particular, pero van marcando la librería como lugar donde están pasando cosas. Es el regreso de la vieja librería para quienes adquirimos libros permanentemente, que siempre vamos a ser pocos. Para quienes compran libros de ocasión y best-sellers, siempre están las librerías de los centros comerciales, los supermercados o los semáforos.

La Madriguera del Conejo
Dónde: Carrera 11 # 85 – 52
Bogotá

Biblos Librería
Dónde: Carrera 11 # 85 – 79
Bogotá

Librería Fondo de Cultura Económica
Dónde: Calle 11 # 5 – 60 Centro Cultural Gabriel García Márquez 
Bogotá