KLYCH LÓPEZ HABLA SOBRE SIEMPREVIVA

Fotos: Cortesía Klych López y Siempreviva

El pasado primero de octubre tuvo lugar el estreno en las salas de cine nacionales de la producción colombiana Siempreviva. La película está basada en la exitosa obra de teatro del director Miguel Torres, ambientada durante la toma del Palacio de Justicia, en 1985. El largometraje, que se proyectó también durante el pasado Festival del Cine del Mundo en Montreal (Canadá), conmemora el fatídico suceso, del cual se cumplen ya 30 años. Su director, el vallecaucano Klych López, quien debuta con ella en la pantalla grande, habló con EXCLAMA sobre el proyecto, su producción y montaje, y la importancia de hacer cine en Colombia.

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Klych López en pleno rodaje de Siempreviva.

EXCLAMA: ¿Cómo resultó involucrado en el proyecto? 

López: Con CMO producciones trabajamos desde el 2010 cuando me invitaron a dirigir Correo de Inocentes, una serie que contaba el drama de los correos humanos o «mulas»; luego hicimos La Promesa, otra serie con una temática muy fuerte: el drama de la «trata de personas», la esclavitud del siglo XXI. Después hicimos La Ronca de Oro una serie musical que contó la historia de Helena Vargas, una cantante colombiana de música popular. Posteriormente hicimos Fugitivos una serie con la que recorrimos muchos lugares de Colombia. Clara María Ochoa y Ana Piñeres, me hablaron del proyecto y formalmente me invitaron a dirigir Siempreviva. A partir de ese momento no paramos hasta lograr llevarla a las salas de cine.

EXCLAMA: ¿Cómo vivió el proceso de realizar lo que fue su primer largometraje? 

López: Aceptar una invitación de este calibre, con una historia tan potente, era proporcional al reto que esto implicaba. Imaginar como abordar esta película desde su forma, fondo y sentido estético era tan complicado como arriesgado. En el proceso creativo sentí un respaldo muy generoso por parte de las productoras y esto, sin duda, ayudó a que cada paso se diera con certeza, lo que fue fundamental para Siempreviva.

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Los actores colombianos Andrea Gómez, Andrés Parra y la cubana Laura Ramos durante la grabación.

EXCLAMA: ¿Por qué retornar a la toma del Palacio de Justicia 30 años después? 

López: Porque olvidamos fácil; porque Colombia esta marcada por muchas ausencias y el arte, el cine, la música, la literatura son armas mas eficaces para no acabarnos a bala. Debe existir un cine que nos invite también a la reflexión, en  el que podamos vernos reflejados para reconocernos y, a lo mejor, reírnos de nosotros mismos cuando la memoria nos falle.

EXCLAMA: La película está basada en la exitosa obra de teatro del mismo nombre, del dramaturgo Miguel Torres. ¿Cómo consiguió, a partir de que elementos logró, distanciarse de la misma para crear algo nuevo? 

López: En el 2014 hicieron la última presentación de la obra de teatro. Clara y Ana, las productoras, fueron; yo les dije que prefería no verla. La obra fue muy grande y ya es poderosa; la película debía crear su propia historia, tener espíritu propio. Existir con coraje desde cero, era la única manera de que naciera y creciera como película. Siempreviva empezó a tomar forma como una nueva manifestación sonora y visual. Solita se abrió camino entre nosotros mismos.

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El director Klych López junto a los actores Alejandro Aguilera y Laura García.

EXCLAMA: La película transcurre toda dentro del mismo escenario; la cámara no abandona nunca la locación. ¿A que responde esto?, ¿era la idea que el espacio fuera un protagonista más?

López: La casa es el primer limite «seguro» que todos tenemos. Si se está fuera siempre se quiere llegar a casa: cuando viajamos queremos volver, cuando pasa el tiempo los reencuentros más significativos  son  allí; es el lugar al que todos queremos llegar y, a veces, del que todos queremos salir. La casa siempre estará ahí como símbolo de quien espera, como esperanza de quien desea volver. En Siempreviva esa presencia debía sentirse: la casa tiene vida, ve pasar el tiempo a través de sus paredes; las historias más grandes se tejen entre paredes. «Las paredes hablan».

EXCLAMA: ¿Cómo llegaron a decidirse por un plano secuencia? o ¿fue algo que siempre tuvieron en mente?, un dejo de la obra teatral… 

López: ¿Cuánto dura una emoción?, ¿cuánto dura el llanto?, ¿un beso?, ¿la ira?, ¿una discusión? El tiempo real deja que estos elementos se desarrollen en una temporalidad natural, y ese tempo actoral tiene que ver con el movimiento, las miradas, el entorno, la reacción a un espacio, al otro. Esta forma narrativa obedece a la manera en que transcurre lo cotidiano, y más entre una casa. Observe a través de una ventana a una persona cualquiera, revise sus movimientos, imagine meter esa temporalidad dentro de un tiempo fragmentado… a veces esa cotidianidad no soporta una narración diferente. Dicho de otra manera, el tiempo real es una apuesta que debe verse en función de un recurso narrativo y no en función de un adorno técnico.

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Imágenes de la producción de Siempreviva.

EXCLAMA: ¿No resultó un poco claustrofóbico el proceso de montaje y dirección para todos los involucrados?

López: No lo fue. A veces una casa resulta ser todo un mundo, bien limitado por fronteras, con sus propias guerras internas.

EXCLAMA: El reparto de la película cuenta con actores de alta calidad. ¿Cómo se dio el proceso de casting? ¿Tenían a los actores ya en mente? 

López: Varios de ellos si, desde el guión les teníamos nombre y apellido. Otros personajes, como en todo proyecto, se mueven. Como decía antes, las películas van exigiendo y caprichosamente van acomodando cada una de sus fichas, luego es imposible imaginar la película con otras caras: tenían que se esas, sí o sí.

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El actor Enrique Carriazo y el director Klych López.

EXCLAMA: ¿Cree usted que en un país que, como bien lo dice la película, no es serio, es posible hacer memoria a través de la cultura? más específicamente, del cine…

López: El cine ES una herramienta poderosa para la memoria. Seríamos un país más serio si no se escogiera el camino fácil, si la educación de públicos fuera una responsabilidad moral también de los grandes distribuidores, si el cine se pensara también para abrir caminos de reflexión, de educación a partir de la diversión, de la memoria. No podemos desistir en el camino de hacer otro cine: es mejor 30 mil espectadores con criterio propio, que un millón de espectadores amaestrados para no pensar.

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