EL RESTAURANTE DONDE SIEMPRE LLEGA LA PRIMAVERA

Ya quisieran otros hoteles latinoamericanos tener una excelente oferta de comida y bebida, y ser tan movidos y depurados en su propuesta: Condesa DF lo logra. Existe como hotel y existe, per se, como restaurante.

Escrito por Dionisio Pimiento
Fotos por Sebastián Arce

Esos barriecitos inolvidables de América Latina que amamos recorrer, que invitan al mundo del arte, de la moda, de la gastronomía y sobre todo al encuentro. Esos barriecitos llenos de encanto, de cotidianidad y de vida. Vienen a mi mente recuerdos inolvidables de La Macarena en Bogotá, donde hasta la Plaza de Toros se ve bien al lado de aquellas Torres del Parque que hicieron inolvidable a Salmona, y donde la vida corre juguetona entre el Museo Nacional, las muchas galerías y la oferta de restaurantes excepcionales como Donostia o Tábula.

Sueño con la brisa de aquellos extraños inviernos en la ciudad en la que nunca llueve, Lima y su barriecillo Barranco: el Océano Pacífico, los bares, cafés y el paraíso del anticucho[1]. Recorro la Vía Primavera de Medellín,  aquella que tanto queremos pero que aún no se consolida, o me dejo perder en el barrio Carlos E. Rpo, el mismo de las universidades públicas y que también fue alguna vez el del MAMM. Anhelo recorrer de nuevo San Telmo en Buenos Aires y sus anticuarias y bazares. Todo mientras disfruto el espíritu del barrio Condesa en el D.F.

En la pasada semana de “santas vacaciones” pude recorrer la capital mexicana. Hubo mucho tequila reposado (100% agave), fajitas, tacos y todo aquello que integra la muy conocida gastronomía mexicana. Mucho podría narrarles de los restaurantes típicos, pero prefiero aprovechar este espacio para “dignificar” la tan maltratada comida de hotel (aunque casi siempre este calificativo es merecido).

Condesa está ubicada en la zona centro de esta megalópolis, que revive tras el terremoto de 1985, haciendo honor a la familia de la Condesa de Miravalle, que adquirió las tierras en los primeros años del siglo XVIII. Personajes como Agustín Lara han habitado esta Colonia, cuyas construcciones creadas a principios del siglo pasado muestran un estilo neoclásico y  ecléctico (la palabreja de la temporada, ¿no?).

Pues allí, en una esquina en la que nada es gratuito, ni siquiera el auto viejo abandonado, está el hotel boutique Condesa D.F. Un espacio relajante y vanguardista, como para hippies cool estrato seis, que se ha dado el lujo de mantener el mismo diseño durante 4 años y seguir tan vigente como antes. Un patio central dominante; el verde azul preponderante; las lámparas y las cortinas corredizas, la terraza de cada habitación, la ducha barroca,  el lavamanos arquitectónico, y su excelente comida: ¡sí! La excelente comida de un hotel.

Todo comienza con el cóctel de la casa (ginger, champagne y manzana) que deja un picorcillo en la lengua. Un servicio impecable lleva a mi mesa la flor de calabaza rellena de queso de Oaxaca con salsa picante de guayaba, ligeramente dulce y ligeramente picante. Sus panes podrían ser mejorados en su sabor pero sus formas son atractivas.

Soñaba reencontrarme con todo un cliché que ya había probado en este hotel años atrás: la codorniz con salsa de pétalos de rosa para revivir el libro Como agua para chocolate. El anhelo por probar de nuevo el plato me llevaría a correr en pelota por el barrio, como en la versión en película del mismo libro. Pero este plato es lo único que cambió en toda la estructura del hotel y por eso no pude encontrarlo en el menú. Aún así, disfruté de los tacos de camarón con guacamole decorado con semillitas de granadina (la frutita más sensual y sexual que conozco) bellamente dispuesta.

Mientras el Dj acompaña la noche, llega el postre. Le papillon blanc: fondante de chocolate con palomitas acarameladas -el infaltable maíz- y helado de vainilla. Ya quisieran otros hoteles latinoamericanos tener una excelente oferta de comida y bebida, y ser tan movidos y depurados en su propuesta: Condesa DF lo logra. Existe como hotel y existe per se como restaurante.

A pesar de ser domingo, puse el despertador con una única misión: no perderme el buffet mañanero. Abro mis ojos y siento que la primavera nunca abandona la colonia Condesa. Entiendo porqué algunas revistas internacionales lo califican como uno de los mejores desayunos en el mundo: servido sobre hojas de bijao, degusto un cereal maravilloso lleno de sorpresitas que puedo comprar para llevar a casa. Los melones están cortados en perfectos cubos verdes y naranja.

Mientras pruebo un jugo servido en viejas botellas de leche, termino con los huevos de la casa acompañados de chorizo y flor de calabaza. Creo que no quiero regresar a mi casa, a mi cocina, a mis desayunos. Bueno, la verdad sí quiero volver, no hay mejor lugar en el planeta que la casa propia. Pero de tener que dormir por fuera, ojalá siempre fuese como en la Condesa.

Dónde:  México. Av. Veracruz 102. Colonia Condesa
Ciudad de México

Links de interés: Condesa DF

[1] Plato típico peruano de corazón de res. Se sirve como nuestros “chuzos”.