RECORDANDO EL ACANTILADO

Juan Carlos Delgado continuó su exploración de los procesos de memoria en su más reciente exposición El Acantilado. Partiendo de esa figura tan presente en el romanticismo, Delgado se vale de toda su poética para cuestionar la manera en la que recordamos, evocamos y las pequeñas mutaciones que va teniendo el recuerdo cada vez que vuelve a la mente.

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Tan poroso se hace el recuerdo como fotografías impresas en cerámica, personas anónimas de viejos recuerdos que hacen nuestro tejado, un resguardo del hogar donde se construye la niñez, con recuerdos que no siempre vuelven pero moldean a la personas; desde rosa y azul, colores aparentemente opuestos que forman la temprana identidad.

Antiguos e inspirados en los abuelos llegan los copetones, tan bogotanos y tradicionales como los platos en los que están inmortalizados. Clásicos adornos reinterpretados desde el recuerdo, la  niñez y quizás una pared de la ciudad.

La bruma con su agua dispersa en el aire, fácil de ver pero imposible de atrapar continúa como símil lírico en la obra del artista bogotano. Rescatando la tradición del tipógrafo expone su tipo gigante, inspirado en la nostalgia del oficio que desaparece, una instalación de gran formato la cual en el momento de la inauguración está parcialmente pintada y a medida que va avanzando, las capas de tinta tipográfica van cubriendo cada letra, con cada capa más brillante pero más oscura.

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Las referencias a la historia del arte en la obra de Juan Carlos Delgado son numerosas. Un guiño hacia el minimalismo de Rafael Echeverri está presente en su serie de tres dípticos evocando las dicotomías entre la vida y la muerte, experiencia o recuerdo y el acto de ver frente al cerrar de los ojos. Los terminados brillantes generan la posibilidad de ver el propio reflejo desde las diferentes ópticas, una invitación del artista para mirarse desde su percepción psicológica del color y observar las diferencias del mismo cuerpo con otro tono.

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Delgado lleva al espectador dentro de la pared viendo los cuadros (que sí están pintados) desde el reverso con composiciones alusorias a Mondrian y una ejecución de resina exquisita, pasando a ser un fantasma con intención de recordar las imágenes que lo acompañaron durante su vida sin poder hacerlo del todo.

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El conocer lo efímero hace la labor de preservar los recuerdos de altísima importancia, modificados y distorsionados son los recuerdos lo que va moldeando nuestra vida, entendiendo cada circunstancia en una relación y contraste con lo que habita en nuestra memoria.

Dónde: Galería Nueveochenta (Diag. 68 # 12-42)

Cuándo: Hasta el 20 de Mayo  L-V: 10-6PM S: 2-5PM