BODY AS COMMODITY

El performance de la artista Lena Marquise en la más reciente versión de Art Basel ha dado de que hablar; pero más allá de eso ¿Estamos presenciando una obra de arte o un espectáculo?

BODYASACOMMODITY

Entre las obras impactantes que se mostraron durante la semana del arte en Miami, el performance Body As Commodity de la artista Lena Marquise ha dado de qué hablar. La pieza, presentada en el espacio de la galería Vector en el pabellón de Art Basel, se compone de una instalación y un performance cuyo objeto central es la mujer.

La instalación consta de una serie de muñecas a manera de maniquíes y algunas esculturas de miembros corporales como el torso, los brazos y la cabeza, ubicadas sin orden aparente. Es en este espacio, ecléctico y desordenado, donde Marquise lleva a cabo su acción performatica: Sentada, desnuda, con las piernas abiertas, la artista exhibe en su vagina un cable para cargar teléfonos móviles. Un aviso le aclara al público que la acción es interactiva, de manera que efectivamente cualquiera puede conectar su teléfono. En este efecto, la naturaleza participativa del performance convierte a la mujer en un objeto que satisface la urgente necesidad contemporánea de mantener el celular con batería.

Según Marquise, su pieza busca cuestionar qué es más moral: utilizar una muñeca para conseguir placer sexual o un cuerpo real para obtener energía y cargar un celular, teniendo en cuenta que el cable que la provee está inserto en la vagina de una mujer. Del mismo modo, la artista expone que la acción examina cuáles son los estándares morales de los espectadores y su reacción frente a la exhibición de un cuerpo desnudo en un contexto, público, social y comercial. Sin embargo, vale la pena preguntarse si este argumento es realmente visible durante el performance. Es claro que su desnudez y su posición corporal plantean un interrogante con respecto al lugar de la sexualidad en un espacio que no es privado. Pero, ¿cómo se determina si la acción de acercarse a cargar el celular es moral o no, si es la artista quien invita al público a participar de ella?

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El contexto en el que se lleva a cabo la acción es en sí el problema de la obra. Por medio de un llamado a la participación, la artista no sólo permite el acceso a su cuerpo al prestar el cable que sale de su vagina para que el público cargue su celular, sino que también observa cómo esto sucede. De esta manera, Marquise también participa de la obra como espectadora y no únicamente como el objeto exhibido. Si ella misma se está prestando para satisfacer una necesidad, entonces, ¿su acción podría medir su moralidad de la misma forma en la que supuestamente está midiendo la de los espectadores? ¿Resulta más dudosa la moralidad de la artista, quien sin ningún tapujo se torna en un objeto que satisface la necesidad de cargar un celular, y que al mismo tiempo observa cómo se utiliza su cuerpo para hacerlo?

Estos cuestionamientos evidencian cómo el concepto se pierde detrás de la acción. El performance abre la puerta a muchas preguntas que derrumban los argumentos de la artista en cuanto al por qué de la obra. No obstante, pese a que la pieza se aleja de lo conceptual tampoco es fuerte como acción. Ésta no consigue empoderar a la mujer ni a su vagina, eso ya lo hizo Carolee Schneemann en los años 70 sin necesidad de mostrarla literalmente como una fuente de poder. Tampoco controvierte a los espectadores ni a sus estándares morales porque la funcionalidad real del cable los invita a darle uso. En este sentido, la obra se alimenta de la visibilidad y raya con el límite del espectáculo: no es gratuito que se haya vuelto viral en las redes sociales debido a que Usher decidió participar y cargar su teléfono por un momento breve.

Links de interés: Lena Marquise/VECTOR Gallery
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